Una suerte de ONU de directores de cine hace piña en «All the invisible children» para, a través de sendos cortometrajes, homenajear de algún modo a los que son siempre los peores parados de cualquier conflicto social o vital del planeta: los críos. Nombres de mucha solera, como Spíke Lee, Emir Kusturica,Ridley Scott o John Woo se acreditan junto a otros bastante menos populares, caso de la brasileña Katia Lund o el argelino Mehdi Charef y, cada uno a su manera, con sus propios códigos, narran pequeñas historias sobre niños que pasan las de Caín por unos u otros motivos en diferentes puntos del globo.
En «All the invisible…» queda claro que eso de los galones son sólo objetos brillantes que se cuelgan de la solapa: mientras todo un Ridley Scott naufraga con un alegórico y algo petulante relato sobre la guerra llamado «Jonathan», la mucho menos reconocidaLund propone una fotografía de la jungla de asfalto de Sao Paulo y consigue condensar en sus 20 minutos de rigor una conmovedora historia de amistad y lealtad a pie de favela. El corte de Lund, junto con la delicadeza china que ha parido John Woo (con dos pequeñas actrices absolutamente encantadoras), o el drama que plantea Spike Lee alrededor del SIDA como estigmatizadora herencia genética, son lo mejor y más emocionante de este popurrí fílmico que, en el balance final, y como suele suceder en estos casos, arroja un resultado más bien irregular. Por suerte o por desgracia el talento no obedece a reglas matemáticas, y la suma de genios no siempre da lugar a algo sobresaliente. En cualquier caso, lo que cuenta aquí es la intención; los que cuentan son esos niños, todos los niños invisibles que se materializan durante dos horas gracias a la generosa iniciativa de estos siete directores.