«Wristcutters» (en román paladino: «Los que se cortan las venas») es un viaje surrealista por el Cielo, o tal vez el Infierno, de los suicidas. Una road movie por un universo, el de los que se quitan de en medio, imaginado como un limbo en el que nadie envejece, pero todo está viejo; donde reina la chatarra y no se puede sonreír (por imposibilidad física o legislada, no queda claro).
La ópera prima de Goran Dukic está arquetípicamente construida para triunfar en Sundance y demás mecas del cine independiente americano. Personajes estrafalarios (casi siempre meros outsiders), dentro de una historia algo endeble y con romance juvenil de por medio, aunque con la suficiente carga de frikismo y humor negro como para hacer de esta travesía algo apetecible.Dukic, además, se saca del sombrero a todo un Tom Waits, al que pone a hacer de ángel y de quien toma prestadas un par de canciones para la banda sonora. Si la cosa va de rarezas, la presencia del amigo Waits le pone al asunto una o dos tazas más de extravagancia y, en este caso, viene a suplir la absoluta falta de carisma y gesto del púber Patrick Fugit («Casi famosos»). Con este chico nunca se sabe si está actuando o si, simplemente, pasaba por allí. Sin embargo, con o sin la participación del, en tiempos, trovador borracho, en «Wristcutters», en su estética, en su discurso, todo confluye en una inevitable sensación de deja vuque cada vez se repite más desde que eso de «indie» dejó de ser una etiqueta para convertirse en un género en si mismo. Un género que, por lo que parece, viste mucho.