No es ningún secreto que Robert Redford pertenece a la facción más «rojeras» de Hollywood. Junto a Sean Penn , Susan Sarandon y compañía, es de las pocas voces discordantes dentro del establishment estadounidense contra la administración Bush.«Leones por corderos» es una mera consecuencia de la militancia y el activismo de este, en tiempos, sex symbol universal. Una cinta pequeña en muchos aspectos -tiene el metraje más reducido, con diferencia, de la carrera de Redford como director-, con apenas tres escenarios y con dos objetivos claros: tratar de concienciar al ciudadano medio para que se implique física y moralmente en los problemas del país, y poner al descubierto las consabidas cortinas de humo que la Casa Blanca extiende sobre sus batacazos en Irak o Afganistán.
Como es habitual, Redford resuelve las tareas estructurales con la solvencia de quien lleva casi 50 años en el negocio. Esto de los focos y las cámaras tiene pocos secretos para alguien como él, no hay duda; pero su película es tan correcta técnicamente como efímera en su calado. Hay que pegar duro si se pretende hacer mella en las convicciones del espectador, y en ese sentido «Leones por corderos» se queda corta de punch. Tal vez le traicione a Redford su propia conciencia: por un lado desea criticar al sistema, denunciar la inmundicia, pero al mismo tiempo insiste en remarcar lo grande y estupenda que es esa nación llamada Estados Unidos de América. Nada y guarda la ropa, pero al menos lo hace con clase, contando con la mejor actriz posible ( Meryl Streep ), y con un Tom Cruise que siempre sube enteros y se nos aparece infinitamente más creíble interpretando a personajes de dudosa moral. ¿Por qué será?