AcnéPicores (por partida doble) se glosan en la cinta del uruguayoFederico Veiroj. Por un lado, los picores de origen seborreico/epidérmico a que alude el título y que el protagonista sufre de manera descarnada; por otro, esos picores menos evidentes piel afuera, pero tan o más imperativos de ser rascados: el amanecer a las relaciones sexuales. Rony (Joel Berovici), una suerte de cruce pubertario y judío entre Woody Allen y Bob Dylan, despierta a los primeros amores pero, sobre todo,a la poderosa llamada del sexo opuesto. A falta de una chica de su edad con la que aplacar su torrente hormonal, la vida transcurre entre actividades a todas luces obsoletas en estos tiempos de internet y videollamadas; unos modus sexandi que suenan casi a otra época, a pesar de que en principio,“Acné” esté ambientada en el presente. Escarceos con la asistenta, visitas a burdeles de mala muerte o a cines X, revistas porno de tercera o cuarta mano… todo es poco para el oven Rony y todo lo plasma Veiroj con absoluta naturalidad: de los torpes bailes en las fiestas de colegio a las charlas “de machotes” ente los amiguetes, de la desidia que provocan profesores y estudios cuandoahí fuera hay todo un mundo de vaginas por conquistar, a los flirteos con las drogas blandas y el alcohol de garrafa.

“Acné” es una cinta de pocas palabras, consecuencia del carácter más bien retraído de su personaje principal, y sin embargo transita con precisión de orfebre por las cuitas propias de la adolescencia; de la adolescencia “habitual”. Ese zangolotino de Montevideo no tiene más problemas en la vida que sus granos y la búsqueda casi ansiosa de pareja, pero a los 14 años eso puede adquirir carácter de tragedia, como Veiroj retrata de manera diáfana. Ha firmado una historia con y sobre adolescentes donde la imbecilidad y el encefalograma plano no es la constante. Ninguna de fuga de cerebros aquí ni presencia de anormales varios. Todo un hito.