Promesas-del-EstePor lo que parece Cronenberg se ha «mudado» transitoriamente al cine de gangsters e intrigas más academicista. Si hace un par de años sorprendía de alguna manera entregando su película más convencional, aquella «Una historia de violencia» de identidades ocultas y tipos atrapados por su pasado, en «Promesas del Este» se introduce en el submundo de las mafias rusas. Su historia transcurre en Londres, donde, a modo de tragedia shakesperiana, se crea un triángulo de celos entre un capo, su descarriado hijo, y un sicario fiel, al tiempo que se trata de aclarar la violación y el posterior asesinato de una cría de 14 años.

De nuevo Cronenberg se muestra serio, imbuido de crudeza, con una narración meridiana que se ciñe a una trama construida con escuadra y cartabón. Sigue chocando contemplar cómo el canadiense se entrega al cine de «género», tan alejado de sus proverbiales laberintos mentales y sus disquisiciones sobre la psique y el lado oscuro; pero esto es lo que hay y, en cualquier caso, galones no le faltan al director de «Spider» para dar clases magistrales en ámbitos, en principio, tan alejados de su hábitat natural. Aunque algo queda en «Promesas del este» de la vocación de Cronenberg por noquear al espectador, y eso llega en forma de una serie de secuencias de una violencia irracional, casi primitiva. Una violencia de arma blanca y fuerza bruta para la que David no economiza en detalles.

En el reparto, grandes contrastes. La virginal Naomi Watts cara a cara con los excesos del loco de Vincent Cassel y, en medio, la frialdad del antihéroe interpretado de manera gloriosa por Viggo Mortensen. Con su trabajado acento ruso, Aragorn se autoredime del fiasco que supuso su (re)creación de «Alatriste». Esa cara de póker y esa voz arenosa casan a la perfección con el ángel de la muerte forjado en los peores presidios rusos que le toca interpretar.

Seguimos ansiando reencontrarnos con el David Cronenberg que nos quita el sueño, o el que daba forma a nuestras peores pesadillas; pero mientras se decide o no a volver por sus fueros, lo cierto es que nadie puede ponerle una sola pega a un producto tan sólido como «Promesas del este».