En-la-ciudad-de-Sylvia1Después de aquel documental, «En construcción», que ponía un poco de luz sobre la lamentable situación de El Raval barcelonés, el mismo que le puso en el mapa de las promesas del cine español, y tras visionar su primera obra de ficción, esta «En la ciudad de Sylvia» (que no es otra que París), se puede comenzar a concluir que José Luis Guerín no tiene vocación alguna de contador de historias; no está interesado en la creación de caracteres, no piensa en nada más que plantar su cámara con firmeza en el suelo y dejar que pase la vida por delante de ella. Porque «En la ciudad…» puede no ser, en principio, un film documental; pero como si lo fuese. Guerín utiliza a un solo personaje, sin nombre, sin pasado ni futuro conocidos, que al parecer busca a su chica desesperadamente (la Sylvia del título, claro); y ésa es la coartada del director catalán para ensimismarse en postales de los locales y las callejuelas más rematadamente bohemias de la ciudad de la luz, donde se respira un cierto ambiente cultureta y snob, incluso hasta neo-hippie. Entre tranvías que vienen y van, turistas en bicicleta y primeros planos de lustrosas jovencitas francesas transcurre la muy personal propuesta de José Luis. Y cuando el sopor amenaza con poner más peso del soportable sobre nuestros párpados llega al rescate la deliciosa palidez del rostro más hechizante del cine patrio: Pilar López de Ayala; aunque tras esos pocos minutos prendados del candor de Pilar, todo vuelve a su cauce. A su tranquilo y silencioso cauce.

Está muy bien eso de la mera contemplación pasiva del mundo. Todo lo bello (y lo que no lo es tanto) está ahí para ser mirado; pero si hablamos de películas, para hacerlas nunca está de más tener algo interesante que narrar, algo de lo que poder hablar. En ese sentido «En la ciudad de Sylvia» tiene más de guía turístico-promocional a lo «París, ¡qué bonita eres!» que de cualquier otra cosa. Eso si, es una promoción filmada con (estática) categoría. AGuerín seguro que no le rehuyen amigos ni familiares cuando organice pases privados de diapositivas de sus viajes. Es un gran paisajista. Algo muy distinto ocurrirá cuando mande invitaciones para las premieres de sus películas. Ahí se impondrá sin duda el «¡pies, para qué os quiero!».