The-dead-girlUn tremendo plantel femenino con lo mejorcito de la escena americana de hoy (y de siempre: por ahí anda la siempre perversa Piper Laurie) da vida a otras tantas mujeres conectadas, sin saberlo, por un cadáver, un asesinato. Todas ellas han entrado en contacto de una u otra manera con la «chica muerta» del título, y ésa es la coartada de la que se sirve la actriz y directora Karen Moncrieff para, dentro del esquema ya clásico (y casi recurrente) de las vidas cruzadas, relatar sus diferentes historias. Historias de dolor, de depresión, de desapego… Por unos u otros motivos la existencia de cada una de estas féminas transcurre bajo tonos gris oscuro, muy tristes, apagadas; como apagada es la fotografía con la que Moncrieff reproduce esa urbe antihumana que es Los Ángeles; todo carreteras, moteles, bares y, en medio, un puñado de almas perdidas. Una ciudad que, como «The dead girl» expone de manera meridiana, es campo abonado para el consumo de prozac y derivados. Apenas deja huecos la directora californiana para respirar; parece no querer que nada disturbe esa orientación áspera y pesimista de su cinta, y vaya si lo consigue. Ella y sus actrices, claro. Brittany MurphyMarcia Gay HardenToni Collette, buenas expertas en el arte de construir personajes disfuncionales sumidos en el dolor, algo para lo que Moncrieff les da sobrado pábulo, y que fluya el drama…

Los amantes en este tipo de crónicas de la desdicha tiene aquí un par de tazas bien cargadas. «The dead girl» podría hundirle el día a toda la pandilla de los teletubbies en pleno; pero esto es lo que Kate Moncrieff quería contar, y no caben demasiadas objeciones al modo en que lo ha hecho. Todo lo contrario, nos ha regalado noventa minutos de solemnidad y tensión contenida. Vidas perras para dar y tomar.