El-infiernoKrzysztof Kieslowski dejó este mundo sin haber podido dar forma a la última de sus trilogías, de nombre genérico «Cielo, Infierno y Purgatorio». Antes de que el cáncer acabara con él, sin embargo, a Krzysztof le dio tiempo a bosquejar tres guiones para sendas películas. Con el paso del tiempo algunos valientes se han decidido a terminar lo que el director polaco empezó y, así, en 2002, Tom Tykwer («Corre, Lola, Corre») dirigió «Cielo», mientras que la promesa del Este, Danis Tanovic, ha hecho lo propio con «Infierno» y su colega polaco Stanislaw Mucha se ha encargado de «Purgatorio» (aún no estrenada, ni anunciada, por estos lares).

Como ocurría en la otra trilogía de Kieslowski («Tres colores»), el título es más alegórico que explícito, por lo que no hay que esperar toparse con el demonio ni con pentagramas rodeados de velas en la cinta de Tanovic. No. El infierno que Kieslowski legó y que Danis ha dirigido muy honrosamente se encuentra dentro de las vidas de tres hermanas indefectiblemente marcadas por un traumático suceso de su infancia y que, cada una a su manera, tratan sin mucho éxito de encontrar la felicidad enfrentándose a sus demonios personales (los únicos demonios presentes aquí). Todas sufren de amor: una por ausencia, otra por desgaste, y la más joven por imposible.

La cinta comienza titubeante, confusa; para ir tomando cuerpo a medida que se despejan ciertas incógnitas y se eleva el tono emocional y pasional del relato. «Infierno» es drama sin paliativos y, en ese sentido, la presencia espiritual de Kieslowski es innegable. Siempre gustó el autor de «Rojo» de radiografiar grandes conflictos sentimentales, casi siempre también lidiados por mujeres. Fue un tremendo director de actrices y ahí Tanovic recoge el testigo con una soberbia terna: Emmanuelle BéartKarin Viard Marie Gillain. La Béart realiza su mejor trabajo en mucho tiempo, a pesar de toda la silicona con la que ha castigado a su cuerpo y dejado sin expresión a su rostro. Los años de carrera y la experiencia no han pasado en balde y, suyas y de Viard son las secuencias con mayor carga dramática. Cuando una criatura de la belleza de Emmanuelle resulta creíble como mujer abandonada e ignorada por su marido, es que sabe cómo entregarse a su papel.

Es difícil discernir cuánto hay de Tanovic y cuánto de Kieslowskien «Infierno»; porque el bosnio parece haber tomado buena nota incluso de las formas austeras y antiestridentes del maestro. En cualquier caso, eso son sólo buenas noticias y redunda en una película plena en matices, con un poso importante de calidad (que no es poco); construida a base de sentimientos universales: celos, odios, afectos… Krzysztof la habrá disfrutado, allá donde esté.