Un-engaño-de-lujoAudrey Tautou se viste de Chanel y se sube en unos Manolo’s para demostrarles a los que aún no lo tuvieran claro que, aunque siempre será Amélie Pulain en la memoria colectiva, es también una de las criaturas más deseables del cine actual. Quizá sin el aura de inalcanzables de las Deneuve Beart y demás diosas galas, pero igualmente bella hasta decir basta. Pierre Savadori la embarca, junto a esa especie de Nicolas Cage franco-magrebí llamado Gad Elmaleh , en una típica comedia de alto copete. En el escenario más asquerosamente chic del mundo, la Riviera francesa, ambos dos ejercen de cazafortunas, pero su buen fondo les impedirá ignorar lo inevitable: a pesar de su baja cuna, se quieren como la trucha al trucho, y no hay mansiones ni relojes de brillantes que puedan contra eso. Ya se sabe, contigo pan y cebolla.

Ver a la Tautou desplegando encantos en la piel de una mujer de bandera bien vale una misa en Notre Dame, pero no quedan ahí las bondades de este «Engaño de lujo». Todos los tics -en el buen sentido- y las situaciones propias de la alta comedia desfilan por las secuencias que Salvadori ensambla con absoluta elegancia, y las referencias a estrellas guía del género, como «Desayuno con diamantes» «Atrapa a un ladrón» son permanentes. Una cinta deliciosa, como los cruasanes que sus protagonistas engullen de buena mañana aunque, eso sí, mucho más ligera. Y es que las fórmulas magistrales, siempre que estén bien elaboradas, son eternas.