Ya lo decía Freddie Mercury: el espectáculo debe continuar. Sam Raimi tiene esa máxima muy presenta y allá que entrega la tercera parte de su revisión del cómic más popular de Marvel. Hasta ahora las adaptaciones de «Spiderman» , los capítulos anteriores, formaban parte, junto a los «Batman» de Tim Burton o los «X-Men»de Bryan Singer, del selecto club de traslaciones comiqueras al cine que realmente hacen honor a las historietas que recrean. Sin embargo, desde esta segunda secuela, «Spiderman» entra a compartir con el hombre murciélago y la Patrulla X una característica bastante menos grata: en su caso a la tercera no va ni mucho menos la vencida. Muy al contrario, aquí la cosa se desinfla alarmantemente y, de cara al futuro, sólo se pueden esperar productos cada vez más reiterativos y aburridos. Esta«Spiderman 3» pretende ser algo así como la versión dramática y oscura del héroe, en la que muestra sus flaquezas y sus miedos; pero a la hora de la verdad lo que Raimi nos pone por delante es un refrito de personajes dándose cera a través del skyline de Nueva York (hasta tres «malvados» diferentes podemos contar), intercalados con escenas de horrorosa sensiblería en las que el hombre araña fustiga al respetable con sus cuitas de amor y sus eternos lamentos por la muerte de su tío. ¡Supéralo de una vez y sé un hombre, por el amor de Dios!
Y bien, dejando a un lado los tropiezos propios del desgaste, casi todo lo demás sigue en su sitio: los efectos especiales oscilan entre lo espectacular -asombroso ese Hombre de Arena- y lo no tan conseguido, y en el reparto Tobey Maguire sigue derrochando anticarisma, Kirsten Dunst continúa en esa permanente caída al vacío para ser rescatada en el último segundo y Bryce Dallas Howard nos sorprende con su look de rubia platino, aunque su papel, por breve, nos sabe a poco. Visto lo visto, y si Raimi y compañía se empeñan en seguir explotando la gallina de los huevos de oro hacia una cuarta parte, se avecinan chuzos de punta. Hay que ver cómo les cuesta a algunos retirarse a tiempo…