Quién-dice-que-es-fácilTaratuto trata de reverdecer los laureles que se ganó con la anterior «No sos vos, soy yo» y lo hace de la manera menos inteligente: repitiendo fórmula. De nuevo echa mano de un personaje maniático y peripatético que pasa las de Caín por la hembra de turno. Cambian algo las situaciones, cambian los escenarios; pero en el fondo el director argentino no se separa un ápice de los planteamientos cómico-románticos a lo Billy Wilder bonaerense de su anterior cinta, donde, sin embargo, no faltan los trazos gruesos más propios de los peores vodeviles yanquis. Incluso vuelve a contar con Diego Peretti para encarnar a su protagonista, un tipo que por físico y carácter tal vez aspire a aprendiz de Woody Allen, pero lo cierto es que, tras «sufrirlo» en dos películas, comienza a atragantársenos. Tanta carga obsesivo-neurótica tiene su personaje que se nos hace difícil empatizar con él. Antes al contrario, acaba resultándonos antipático y pesado, y desde luego comprendemos perfectamente que las féminas huyan de él como del tifus.

Eso de que segundas partes nunca fueron buenas es un axioma tan antiguo que ya tiene carácter de ley, y «¿Quién dijo que…?», aun con sus buenos momentos, que los tiene -la bancada masculina apreciará la presencia de la escultural Carolina Peleritti-, no deja de ser producto del desgaste de una idea que fue buena en su momento.

Los verdaderos magos del humor saben que contar dos veces el mismo chiste en un intervalo corto de tiempo es un pasaporte directo al fracaso. Taratuto debería tener eso claro si, como parece, ha mamado de los mejores. Quizá la próxima vez…