El-jefe-de-todo-estoSe dice, se comenta, que Von Trier anda deprimido y desengañado, que amenaza con dejar el cine para siempre. ¿Se trata del típico farol de genio necesitado de mimos y atención o va realmente en serio el último profeta del cine nórdico? El tiempo lo dirá. Por lo pronto la que debía ser la tercera entrega de sus teatrillos morales (tras «Dogville» «Manderlay» ) parece aparcada hasta nuevo aviso, y lo que nos acaba de llegar del padre del DOGMA es (agárrense los machos) una comedia. Pero hay que andarse con pies de plomo con el ínclito Lars porque, o mucho hemos errado el tiro, o esta especie de farsa situada en el mundo empresarial enmascara, en realidad, un sonoro corte de mangas al mundo de la producción cinematográfica y todos los handicaps que surgen en el camino de un realizador. Siempre tratando de generar concordia, de cuidar que los actores -niños grandes, en el fondo- no se enfurruñen ni se bloqueen en su complejísimo proceso creativo, o de lidiar con toda suerte de ineptitudes. Una interpretación arriesgada, sí; pero que concuerda perfectamente con la personalidad retorcida, maliciosa y misántropa del director danés. Parece como si gritara que está hasta las narices de todos y de todo, y si disfraza su embestida de comedia ligera es sólo para poder más tarde negar la mayor en caso de urgencia.

«El jefe de todo esto» tal vez no sea lo que muchos esperan de un culo inquieto e innovador como el del autor de «Los idiotas» , pero es un producto divertido y lleno de agudeza en el que el ácido y el veneno se sirven fríos -atención a los adrdos que se le escapan acerca del movimiento DOGMA-. Su humor es tan universal que satisfará hasta a los más acérrimos detractores. En cualquier caso, resulta difícil creer que éste sea el canto del cisne particular deVon Trier . Y es que todos somos contingentes, ¡pero Lars es necesario!