Se le da bien a Minghella eso de desmenuzar los sentimientos y las personas que los portan, aunque no tanto el sintetizar todo ello en historias de hora y media -más de uno aún siente sudores fríos con el solo recuerdo de las tres horas de «El paciente inglés»-. Sin embargo, toda vez que el espectador asume y acepta la parsimonia del director inglés, acaba por descubrir que Minghella tiene mucho que contar.
«Breaking and entering» no es en absoluto tan excesiva, en metraje y en potencial lacrimógeno, como el dichoso «Paciente…», lo cual se agradece y se celebra. Aquí Minghlella pone más los pies sobre la tierra, sobre el Londres de hoy en día, para ser más exactos, y construye un puñado de vidas a la deriva, de personajes que ante todo -y como todos- quieren querer y que les quieran. El destino, la suerte, o llamémosle X, dispone que el personaje que encarnaJude Law, un tipo que goza del éxito y la gloria puertas afuera de su vivienda, pero un completo desastre intramuros del hogar familiar, se tope con la inmigrante Juliette Binoche y encuentre en ella, o gracias a ella, la manera de romper una coraza sentimental de varios centímetros de grosor.
Como es habitual, Minghella factura su cinta de manera elegante, con cuidado, con mimo, y hace lo propio con el reparto. El triánguloLaw–Binoche–Wright Penn funciona como un reloj suizo. El rubicundo actor y la señora de Sean Penn son de lo mejorcito de su generación; pero aquí compiten con una leyenda viva. La (anti)diva francesa se enfrenta en «Breaking and entering» a uno de esos retos que agigantan aun más si cabe su figura: rodar en inglés con acento del Este. ¿Quién da más? Y ella a lo suyo, lo que mejor sabe hacer: sufrir, sufrir y sufrir. A menudo se queja laBinoche de que apenas le ofrecen papeles cómicos, pero es tal su capacidad para el drama intenso y desgarrado que sería una ofensa a los dioses del cine «usarla» en menesteres poco trascendentes. Por suerte, alguien como Anthony Minghella tiene claro cuál es el lugar de una actriz de su categoría y una vez más extrae todo el jugo a la estupenda Juliette. Sus virtudes, dentro de la maraña emocional de «Breaking and entering», se multiplican. Como cantaba Morris Albert: Feelings, nothing more than feelings…