«This one’s for rock n’roll, from Chuck Berry to the Rolling Stones, from Little Richard to the Ramones». Esa estrofa de «This one’s for rock n’roll», una de las joyas que oculta lo último de Hanoi Rocks, es la crónica perfecta de lo que su disco encierra y, por ende, del modus vivendi y operandi de estos auténticos supervivientes del rock que llegaron de la fría Finlandia, allá por el 80, con su glam irresistible para influir a mil y una bandas posteriores y ver cómo otros recogían los (provechosos) frutos que ellos habían sembrado.
«Street poetry» es el tercer álbum que lanzan Monroe & McCoydesde que decidieran, en 2002, volver a la carretera bajo el amparo de la marca Hanoi Rocks. Pese a las insustituibles ausencias de Sammi Yaffa, Nasty Suicide y Razzle, Andy y Mike han ido, en este segundo adviento, de menos a más, hasta lograr reencontrarse finalmente con el sonido genuinamente Hanoi.«Twelve Shots in the rocks» y «Another Hostile Takeover» han sido dos formidables entregas de hard rock con los galones que dan una vida entregada en cuerpo y alma al rock and roll, pero adolecían de la personalidad de aquellos Hanoi de «Oriental Beat» o «Back to mistery city». Sin embargo, la máquina ha terminado por engrasarse y McCoy y Monroe vuelven a ser aquella pareja degypsies que fabricaban como churros canciones con la vocación melódica de los Beach Boys y el espíritu callejero de los Stonesmás descarados. Sus «Motorvatin'», «Tragedy» o «Boulevard of Broken Dreams» ya tienen dignas herederas en «Fashion»,«Trascendental groove» , «Highwired» o «Hypermobile», por no hablar del saxo matador de Mike en «Worth your weight in gold «(un medio tiempo marca de la casa), o el himno cuyo estribillo abría esta reseña.
Ésta es la colección de canciones con la que soñaban los fans deHanoi desde el 85 y, como bien dice el refranero, más vale tarde que nunca. Da igual incluso que las dos cabezas visibles de estosHR del siglo XXI ni siquiera se soporten y que su reunión responda más a cuestiones meramente pecunarias que al deseo de compartir su talento. No importa que un tipo tan mermado física y mentalmente como Andy McCoy siga componiendo odas a la revolución adolescente, con la carga de patetismo que ello puede conllevar. Nada tiene mucha relevancia ante el hecho incontestable de que «Street Poetry» es el mejor disco de rock del año 2007. Tirando del tópico más tópico de todos: los viejos rockeros nunca mueren.