Tercer disco con canciones propias de la señorita Kurtz (su«Beautiful yesterday» era un compendio de versiones) y tercer escalón superado en su ascensión al reino de los trovadores oscuros, de los verdaderos outsiders de la escena musical; allí donde moran intocables como Tom Waits o Leonard Cohen , pero también gente de orígenes tan bastardos como Greg Dulli , Mark Lanegan o, por qué no, nuestro Javier Corcobado . Tipos preocupados tan sólo por su arte y sus canciones, pese a quien pese y caiga quien caiga, y para los que palabras como «moda» o «etiqueta» no son más que entradas de un diccionario que no habla su lengua.
El periplo musical de Dayna no tiene bandera ni patria, no hay corsés estilísticos y el único hilo conductor es su portentosa voz de plañidera jazz, capaz de sonar dulce como un daikiri a orillas del Caribe, o sucia y oscura como la sentina de un barco pirata. Con ella nos transporta desde el blues primitivo de «From the bottom up» a los ecos de marcha fúnebre de «Nola» (el particular homenaje de la canadiense a la ciudad de Nueva Orleans). De los sabores fronterizos de «Venezuela» o «Right for me» al country perverso a lo 16 Horsepower de «Showdown» , o los timbres balcánicos de «It’s the day of Atonement, 2001» . Y como es de bien nacido ser agradecido, Miss Kurtz se desmarca con sendos homenajes en forma de versión a Johnny Cash y Bill Withers , destacando el tributo al hombre de negro con «All over again» , que envuelve en el aroma noctámbulo y taciturno de los piano-bar más decadentes.
Así es Dayna B. Kurtz , un oasis de matices y sonoridades espurias dentro del desierto del tedio al que pretenden condenarnos radiofórmulas y corporaciones televisivas. Pero nosotros a lo nuestro, es decir, a gozar con discos como este«Another black feather» .