la-vida-futuraLas profecías de H.G. Wells cobraron vida en esta adaptación dirigida por el especialista en proto-cine fantástico William Menzies y guionizada por el propio escritor inglés. El alegato anti belicista es evidente en este relato de lo que podría haber sido de la humanidad tras la (aún entonces hipotética) II Guerra Mundial. Wells imagina naciones y ciudades ficticias que, en un abrir y cerrar de ojos, echan por tierra toda su civilización, todos sus avances, por mor de las bombas y los caudillos. Contra estos últimos dispara con fuerza el dardo de Wells, pero de igual manera lo hace contra el inevitable impulso autodestructivo de la raza humana.

¿Elegimos conquistar el universo o defender con palos y piedras nuestra insignificante porción del planeta? Ése es el mensaje de una producción realmente costosa para la época (240 mil libras esterlinas) que no reparó en medios a la hora de recrear trepidantes escenas de aviación o el futurismo empedernido de H.G. en libérrimas interpretaciones de indumentarias y edificios, con un trabajo de maquetado soberbio.

“La vida futura” no es otro cúmulo más de entelequias sobre lo que estaba (o está) por venir, sino una última y desesperada llamada a la cordura de líderes y ciudadanos. Además, como siempre ocurre en la obra de Wells, el mensaje no tiene por qué estar reñido con la capacidad de fantasear (y hacer fantasear) con otros mundos. Aunque, fantasía o no, la bola de cristal de H.G. casi nunca fallaba.