OldboyQué reconfortante es, a estas alturas de la película (y nunca mejor dicho), encontrarse con productos como esta «Oldboy» que nos devuelven la fe en el cine moderno. Estos oasis en el desierto de la industria actual son los que evitan que nos cerremos en banda definitivamente a los nuevos lanzamientos y nos dediquemos, de por vida, a revisitar una y otra vez la obra de Hitchcock Fellini . Mientras quepa la posibilidad de encontrarnos con historias como la que plantea Chan-Wook Park , seguiremos tentando a la suerte.

Y bien, lo que propone este surcoreano es la adaptación de un cómic, de una fábula sobre la venganza elevada a la infinita potencia, la venganza en su forma más desalmada y maquiavélica, la que da sentido a toda una vida de miseria. Se hilan una serie de conexiones entre dos hombres, en su pasado y su presente, y somos arrastrados con ellos por el camino del ojo por ojo, diente por diente (no es figurado lo de los dientes). Agresiva e hiperviolenta, los límites se quedan fuera de sala de proyección, porque en «Oldboy» tratamos con humanos mutados en bestias por obra y gracia del odio en su estado más puro. Definitivamente «Oldboy» no es apta para todos los públicos, sobre todo por su capacidad para herir sensibilidades; pero es difícil retratar la bajeza humana de otra forma.

Por si todo lo anterior no compusiera un cuadro lo suficientemente intenso, ahí tenemos al actor Min-sik Choy , al que desde ya podemos llamar el De Niro del lejano Oriente. Choy se transforma física y mentalmente para asombro del respetable. Interpretar es eso, amigos míos, que no os vendan sucedáneos. Con actores como este, con directores como Chan-Wook Park , el séptimo arte sigue teniendo futuro.