Nadaf, un chaval judío de 15 años acaba de perder a su padre. Nunca ha tenido muchos amigos, nunca ha sido un gran deportista ni ha destacado en casi nada, así que siente que tal vez ha sido una enorme decepción como hijo.
En un monumental flashback «Las tragedias de Nina» cuenta la historia de este adolescente soñador y despistado, enamorado de su guapísima tía Nina y buen aficionado al voyeurismo. Sus pensamientos y reflexiones, y los acontecimientos (tristes y alegres) que se suceden en su entorno dan pie a un relato sencillo, lleno de ternura y buenas vibraciones. Las tragedias del título son las tragedias cotidianas de todos nosotros: pérdidas, ausencias, celos… Pero la vida es una moneda con dos caras y, al llanto por los que ya no están, le sigue la carcajada trivial y liberadora.
Cine sobre gente corriente, sobre ti y sobre mí, sin una voz más alta que otra y con claros ecos de los «Días de Radio» de Woody Allen . Una película judía que, por una vez, no cae en el victimismo ni la autoindulgencia habituales de los directores arraigados en la Tierra Prometida. Porque por lo que parece, viendo películas como ésta que ahora tenemos entre manos, Israel es algo más que ese lugar donde los malos malísimos palestinos se autoinmolan en público con cinturones de dinamita.