Napoleón-DynamiteQue los Estados Unidos de América son la más asombrosa factoría de freaks e inadaptados del planeta no es ninguna sorpresa. Tampoco lo es que el nivel de estupidez y vacío de muchos de sus habitantes roza lo terrorífico. Lo que ya no es tan habitual es encontrar un lugar poblado únicamente de pirados, de seres que parecen recién descendidos de una nave proveniente del espacio exterior, cada cuál más neurótico y anormal que el anterior. Pues bien, ese lugar está en algún punto perdido del Estado de Idaho y ahí es donde vive y crece el protagonista de este alucinógeno film,Napoleon Dynamite.

Creada a partir de un corto de nueve minutos de nombre «Peluca»«Napoleon Dynamite» constituye una serie de sketches de la cotidianeidad más absurda, idiota y atolondrada del gran imperio americano, todos los cuales giran en torno al protagonista de la cinta, su familia, su atormentada existencia en el Instituto y su endemoniadamente incierto porvenir. Napoleon es el ejemplo perfecto de lo que los yanquis llaman un nerd , un novato, un marginado dentro de esa marcada estructura de clases que ya, desde bien pequeñitos, se autoinculcan. En «Napoleón Dynatime»allá donde mires hay un infraser esperando a que su triste existencia sea filmada.

El debutante Jared Hess no alcanza la brillantez (ni la mala hostia) de Todd Solondz en su «Bienvenido a la Casa de Muñecas» , ni tiene absolutamente nada que ver con el salvajismo visual y psicológico de Harmony Korine en sus retratos de psicópatas urbanos que nos tiraba a la cara en «Gummo» . Su propuesta deriva mucho más hacia lo cómico, aunque por momentos consiga el efecto contrario y lleguemos a compadecernos de nuestro jodido protagonista por las mil y una putadas que la vida le reserva. Así que, más que dotes de buen director, Hess muestra un irrefutable talento para crear o recrear cientos de bizarros personajes. Porque es ésta una película de personajes: no hay grandes historias, no hay fuegos de artificio, solamente un ácido y cachondísimo óleo del encefalograma plano hacia el que se encamina la sociedad occidental. El género del Patetismo Mágico, cuyo copyright me atribuyo, ya tiene a un nuevo elemento entre sus filas que haría parecer un lumbreras al mismísimo Nota Lebowsky.