No hay duda de que saltar al ruedo cinematográfico con un texto de Oscar Wilde bajo el brazo facilita mucho las cosas, porque gran parte del trabajo está ya hecho. Claro, siempre habrá algún insolente que intente mejorar lo inmejorable y acabe bien empitonado; pero no es ése el caso que nos ocupa. Mike Barker ha adaptado «El abanico de Lady Windermerre» con mimo y tan sólo se permite una licencia temporal: sitúa la acción en los años 30 del siglo pasado.
Helen Hunt se mete en la piel de la mujer de mala vida, ésa, la que a nadie interesa, pero que es epicentro de murmullos y habladurías. Un alma libre en una sociedad que se alimenta de hipocresía y apariencias, en cierto modo emparentada conla Madame de Merteuil de «Las amistades peligrosas». Por su parte la sensual Scarlett Johansson es la jovencita inocente, la joven e ingenua esposa que despierta al mundo real a golpe de desengaños (a la fuerza ahorcan). Un importante secreto las une; un terrible malentendido las separa. Amor, celos, y el poder de los cheques en blanco.
Cada línea de Wilde, un dardo; cada mirada de la Hunt, mil vidas; cada curva de Scarlett, pecado mortal. Si es que es posible de algún modo hacer honor a la pluma incomparable del genio irlandés, películas como «A good woman» son magníficos (y respetuosísimos) intentos.