Pongámonos en situación: un viaje en autocaravana desde Buenos Aires hasta algún pueblecito perdido en la frontera con Brasil. Un bodorrio espera al final del camino y allá que va esta familia de doce (¡doce!) miembros, más el perro, a pasar unos pocos días en la carretera bañados en la sangre de su sangre. Los adultos sufren ataques de nervios (y de cuernos), los jovenzuelos exudan hormonas y el benjamín que no para de tocar los cojones. Por supuesto el motor del «auto» dice que ya no va más (es que son muchos años) y sólo la abuela parece mantener la calma a base de buenos chutes de Valium. Reir por no llorar, llorar para no caer rendidos. Familia y viajes, lo más parecido al infierno en la tierra.
Pablo Trapero («El Bonaerense», «Mundo Grúa») se las arregla para construir una perfecta road movie de espíritu dominguero en la que no falta un solo detalle. Por si los mil y un conflictos que genera tan diabólica convivencia no fueran suficiente para llenar una docena de cintas como esta, ahí tenemos el paisaje de la llanura argentina: unas veces duro y agreste, otras miserable, siempre rico en matices.
Mucha naturalidad y mucha verdad. Virtudes que, por desgracia, cada vez escasean más en el cine y fuera de él.