Habana-BluesTras su aclamado debut en la dirección con «Solas» , después de los premios, las alabanzas y las fotos de rigor, Benito Zambrano tomó la sabia decisión de retirarse un tiempo antes de volver a embarcarse en un nuevo proyecto. Ponerse a trabajar borracho de éxito nunca es buena idea y ahora, seis años después, ya repuesto de su ego trip particular (e inevitable) , el realizador andaluz vuelve con esta «Habana Blues» , una película llena de sabores y sensaciones pero, por encima de todo, llena de música. La música que fluye por las venas de miles de jóvenes cubanos que ven en el arte una válvula de escape a los muchísimos sinsabores del día a día en su país moribundo. La esperanza de un contrato discográfico que les lleve lejos, quizá a los Estados Unidos, quizá a España, es un canto de sirena tan tentador como engañoso ante el que es difícil resistirse.

Zambrano huye del panfleto político y de los discursos de salón, su mirada se fija en las realidades de unas gentes que constantemente dudan entre el amor a unas raíces y una tierra, y el comprensible ansia de libertad y prosperidad. Porque tener una casa bonita y ropa nueva para tus hijos está muy bien, pero hay que sopesar cuánta dignidad se deja uno por el camino.

«Habana Blues» es, en definitiva, un retrato preciso e intenso de la vida en la Cuba sometida por las barbas de Castro y herida de muerte por el amigo americano. También hay dedicatorias para los buitres de siempre que buscan el mayor beneficio al menor precio, y que en este caso vuelan a la isla en forma de «hermanos gallegos». Pero, sobre todo y ante todo, como apuntábamos al principio, «HB» es mùsica, es rock cubano de pura cepa. Nada que ver ni por asomo con lo que el capo Emilio Stefan y sus sicarios le cuelan a media humanidad desde su embarcadero de Miami.

Bien por Zambrano y bien por su cine. Esto sí que es independencia.