Los hermanos Dardenne continúan su labor de retratar a los marginales del Imperio, los parias de esta Europa tan rica y tan avanzada. En esta ocasión hacen girar el objetivo de su cámara en torno a una pareja de post-adolescentes: ella acaba de parir, vive enamorada del bala perdida de su novio y con eso le basta. Él es un príncipe de los mangantes, un granuja de medio pelo que vendería a su abuela moribunda por un par de pitillos. Irresponsabilidad, inconsciencia y pasta rápida… Mala cosa.
Quizá «El niño» adolezca de la furia y el nervio de «Rossetta» , los personajes andan mucho más calmados aquí, y las situaciones, aún siendo a veces igualmente extremas, son afrontadas y solventadas con menos ímpetu. Estamos ante un tipo de cine que es cualquier cosa menos amable, que definitivamente no servirá a aquellos que busquen en la pantalla una válvula de escape de sus miserias cotidianas. Sin embargo, Jean Pierre y Luc Dardenne no tienen la culpa de que el mundo que fotografían sea tan inhóspito, y eso mismo debió pensar el jurado del Festival de Cannes, que galardonó este trabajo con su Palma de Oro. Nosotros, incluso admitiendo que se trata de una película de categoría, no pensamos que merezca tanto. Pero ya se sabe, el mundo de los premios y los galardones es una ramera caprichosa.