Rompenieves-reseña-críticaJoon-ho Bong retoma la historia del mundo allí donde Roland Emmerich la dejó en El día de mañana; todo el orbe ha tornado en témpano de hielo gracias a las astracanadas medioambientales de los humanos. Pero el director coreano no tiene en mente grandes destrozos, más allá de algún que otro cráneo astillado, algún miembro que se queda por el camino. Con The Host ya tuvo suficiente caos, y algunos no sienten la necesidad de repetirse. El jefe de todo esto se mueve con idéntica soltura en el thriller, el terror monstruoso, el dramón o, como es el caso, en las distopías post-apocalípticas. Está muy de moda elucubrar sobre el futuro de  la especie, y no precisamente cono pronósticos halagüeños. Todos los senderos conducen a la extinción y a Orwell de una u otra manera. También en este tren “rompenieves” que da vueltas por el globo sin más destino que la supervivencia de su pasaje. Y unos sobreviven mejor que otros, claro. La parábola totalitaria está servida –los parias a los vagones de cola, los ricos a mangonear en la locomotora-, aunque no por obvia resulta menos efectiva ni (sobre todo) menos representativa del devenir de nuestra estirpe.

Bong, que ya sentó cátedra en Memories of murder sobre tensionar y dilatar la trama para dejar el menor número de cabos sueltos posible, manda un meridiano aviso a navegantes: no hay espacios reducidos, sólo malos guiones. En Rompenieves, como si de un videojuego de los 80 se tratara, los tiempos, las fases, están cortados a cuchillo, vagón a vagón, compuerta a compuerta. Un buen balance calma/tormenta y una docena de interrogantes bastan para que nadie sienta la tentación  de dejar la butaca. Queremos saber. Querremos saber.

Esta Mad Max dentro del AVE que nunca cesa es pura reinvención, reescritura, de tantas otras Mad Max. Quizá el Apocalipsis, como la revolución, no sea televisado, pero el cine ya ha trazado todas las hojas de ruta habidas y por haber. ¿Qué puede aportar Rompenieves? Puede aportar un apartado técnico  tan rotundo como complejo. Por su naturaleza, la puesta en escena y el montaje han requerido de encajes de bolillos nivel cinturón negro. Puede aportar entretenimiento con conciencia, porque ciertas historias nunca cansan si el cuentacuentos anda inspirado. Tan inspirado como para hacernos creer que los despojos de la humanidad podrían arreglárselas y subsistir dentro de un tren bala mutado en arca de Noé hitleriano.

PD: Ah, y dar tanto asco como Tilda Swinton aquí… Eso sólo está al alcance de las muy, my grandes.