Uno le da vueltas y más vueltas a por qué no soy capaz de recordar el título de una sola de las películas a las que Lola Versus imita, o se parece, o con las que hace ejercicios de ‘intertextualidad’, pero no hay caso. Y juro que he visto más comedias románticas de las que querría confesar. Me vienen a la retina caras de actores y actrices, vagamente difuminadas por el paso del tiempo –quizá hasta mezcladas-. Nada. Aunque la conclusión llega enseguida: todas son la misma película. Chico deja a chica, chica se deprime y se mete debajo del edredón, chica sigue los consejos de su amiga casquivana y coquetea con unos o se acuesta con otros, e incluso, llegado el momento, chica vuelve a los brazos del primer chico… Sin embargo, lo que de verdad necesita es encontrarse a sí misma en las aceras de Nueva York, entre rascacielos de cristal y cafeterías pijas. Algún chiste grueso (de la amiga casquivana) de pitos y vaginas a ser posible, que se note que son modernas y liberadas… ¿Sentís ya el deja vu?
Resulta hasta disparatado pensar que con guiones como el de Lola Versus los estudios sigan abriendo de par en par sus chequeras, incluso para proyectos ‘indie’ de tres o cuatro milloncejos de nada como este. Son animales de costumbres, piensan los jefazos; ante la duda todos corren a refugiarse en los lugares comunes. Porque de eso, de lugares comunes, Daryl Wein y su socia Zoe Lister saben lo suyo. Ahora unas pinceladas de Woody Allen, más tarde unos guiños a Linklater o al Winterbottom más enrollado et voilá, he aquí un producto que saldrá disparado hacia lo mejor del año según Cosmo o alrededores y que además gustará a todos los treintañeros de occidente. Incluídos los ‘intelectuales’, que para eso hay referencias a Mallarmé o El Padrino y una banda sonora rebosante de grupos que sólo conocen aquellos que alguna vez se han cocido a gusto en cualquier festival de verano.
No, Lola Versus no es memorable. Tampoco la recordaré cuando dentro de unos meses me eche a la buchaca la siguiente comedia romántica con pretensiones y medite sobre de qué me suena a mí todo eso. Durante unas semanas permanecerá vívida en mi memoria la imagen de Greta Gerwig (A Roma con amor), estrella emergente y absoluta protagonista, pero también ella se desvanecerá, como lágrimas en la lluvia, a no ser que esa mezcla de la belleza campechana a lo Kate Winslet y la neurastenia de Zooey Deschanel la propulse a la posteridad. Probablemente lo merezca; es una actriz deslumbrante y Lola Versus sólo vuela verdaderamente alto cuando son ella y su personaje quienes escriben la historia, y no el decálogo de Sundance que Wein y Lister siguen con rigor estajanovista en todo momento.
Nada más que añadir. Podéis darle una oportunidad a Greta y su Lola o hacer como yo y revisitar La boda de mi mejor amiga con el ferviente deseo de que, a partir de ahora, Kristen Wiig sea la única voz autorizada (por decreto) para retratar a mujeres americanas cosmopolitas y deliciosamente desquiciadas. ¡La boda de mi mejor amiga! ¡De esa sí que me acordaba! ¿Por qué será?