El-año-que-mis-padres-se-fueron-de-vacacionesLa historia de las películas de niño huérfano que hace buenas migas con anciano huraño que primero detesta al renacuajo por perturbar su paz de eremita y al final no puede vivir sin él; esa historia, decía, siempre viene llena de merengue y azúcar glasé. Pero, como todo, también hay siempre excepciones, y este es el caso de Cao Hamburger y su “El año que mis padres se fueron de vacaciones”, relato del encuentro entre un crío al que sus padres dejan atrás huyendo de la represión política del Brasil de los 70 y un anciano judío que accede de mala gana –a la fuerza ahorcan- a hacerse cargo de él.

“El año que mis padres…” pasa por encima del clima dictatorial de la época y se centra en las evoluciones de ese niño absorbido por el fútbol –es año de Mundial y juega Pelé– y desconcertado ante el incierto destino de sus progenitores. Y no es caprichoso el velo que Hamburger dispone sobre la cuestión política porque, ante todo, quiere que el espectador vea a través de los ojos de un chico de diez años que no entiende de esas cosas y que, como transmite meridianamente su película, sólo intuye que algo funciona mal, que hay mayores que se sienten perseguidos sin él saber muy bien por qué. El resto forma parte de los lugares comunes en la vida de cualquier pre-adolescente: los primeros roces con el sexo opuesto, las ensoñaciones, la ternura… sin que ello implique caer en la ñoñería. Es “El año que mis padres…” un “Cuéntame” a la brasileña al que, acertadamente, se le sustraen idealizaciones y adoctrinamientos. Hamburger no toma por idiota al público, del que espera que dé por sentadas ciertas circunstancias, ciertos hechos, sin necesidad de mostrarlos.

No todo el cine brasileño empieza y termina en la favela o en las cárceles. Cao Hamburger se ha encargado de demostrarlo, y con excelentes resultados.