A Tori Amos hay que reconocerle, más allá de sus incontables méritos artísticos, su independencia y su honestidad. Una actitud insobornable que le ha hecho acreedora de unas señas de indentidad bien reconocibles, dejando en la cuneta las inevitables comparaciones con Kate Bush o Joni Mitchell al comienzo de su carrera. Bien es cierto que en España no tiene ni siquiera el estatus de figura de culto, pero eso es harina de otro costal (o del mismo de siempre en esta piel de toro). En la Europa civilizada, o en Estados Unidos, Tori es una leyenda tan respetada como cualquiera de las grandes artistas del pop-rock internacional de ahora y de siempre.
Tras su conceptual «Scarlet’s Walk», que nació, como tantas obras de aquellos días, a raíz del formidable temblor mundial del 11 de Septiembre de 2001, Tori ha tardado 3 largos años en volver a encerrarse en un estudio. De nuevo acompañada de su mejor amante (su piano), y de sus textos de revolución interior y reivindicación de la mujer en todo lo ancho y lo largo de la palabra. Al igual que en «Scarlet’s.» , «The Beekeeper» es un disco largo, con 19 cortes que hacen que la duración final de la obra rebase con creces la hora y cuarto. Ése es quizá el gran handicap de su nuevo lanzamiento: en estos tiempos tan urgentes y trepidantes resulta difícil encajar una pieza de este tipo. Es difícil decir si sobra algo, o qué es lo que sobra, porque el disco está lleno de lugares comunes en la discografía de la pelirroja pianista. Ahí sigue su voz, tan cristalina y cálida como el primer día. Ahí siguen las melodías barrocas marca de la casa en «Parasol», «Barons of Suburbia»,«Ribbons Undone» o la maravillosa «Mother Revolution». No hay, pues, grandes novedades en su propuesta, a excepción, quizá, de los ecos negroides de «Sweet the sting», «Witness» y «Hoochie Woman», o de una vocación mucho más optimista en sus versos. Ahora ha dejado atrás muchos de sus demonios personales, o al menos ya no siente la necesidad de vomitarlos a través sus canciones. Y esa calma, esa madurez, se nota y mucho. Por todo ello, si, como decía más atrás, tuviéramos que pensar en qué temas podrían haberse quedado fuera para hacer de «The Beekeeper» un producto más digerible, tendríamos que elegirlos al azar, porque no ha lugar a la mediocridad en el cancionero de la Amos.
Sus incondicionales recibirán con placer la nueva entrega de la cantautora norteamericana. En cuanto a aquellos que no están demasiado familiarizados con su obra, tal vez harían mejor en empezar por darle un repaso al recopilatorio «Tales from a librarian», editado en 2004.