Las-mantenidas-sin-sueñosA poco que el cine argentino, sus películas, sus historias, sucedan al cabo de la calle se adivina imposible abstraerse a la actual situación moral y económica de la patria de Gardel. Y eso es lo que sucede con esta «Las mantenidas sin sueños» que supone el debut en el largometraje del tándem Fogwill/De Salvo. Porque es el suyo un alegato por y para las mujeres, un relato femenino, quizá feminista. Mujeres que luchan por crecer y encontrarse a sí mismas, pero con el handicap añadido de la miseria y la marginalidad. La antigua burguesía porteña ahora se arrastra hambrienta entre las ruinas del sistema y ellas, las abuelas, las hijas, las nietas que retratan Vera Fogwill y Martín De Salvo, parecen llevarse los golpes más duros. Dentro de «Las mantenidas sin sueños» y cada una a su manera, emprenden una huida hacia delante que, si no acaba por matarlas, probablemente las haga más fuertes. Como siempre la ironía y el sarcasmo en el que vive instalado el ciudadano medio argentino acuden al rescate cuando la desesperación amenaza con convertir la película en un pozo sin fondo de depresión y pesimismo. Un relato, en cualquier caso, con vocación de real más que de realista.

Lo social no quita lo valiente, y Fogwill y De Salvo aúnan la calamidades del deseherado con una filosofía eminentemente rebelde e incorfomista. Estas mantenidas suyas son pobres, sí; pero instruidas en casi todas las artes vitales. Como instruido en su profesión está todo ese elenco de actrices de 9 a 70 años que se pasean por la pantalla. Más de un niño terrible del cine español debería tomar nota de eso y de todo lo demás.